tisdag 13 maj 2008

Los orígenes y el boom del cómic en Bolivia






Por:Martín Zelaya Sánchez


Vivimos en un mundo multidisciplinario en el que la tecnología determina casi todas las áreas de acción. Por supuesto, las artes no están al margen, y hay una que particularmente permite experimentar con muchas expresiones y combinaciones sobre diversos soportes: el cómic”.

El ilustrador peruano José Villca es uno de los 11 invitados extranjeros del Quinto Festival Internacional de la Historieta que se efectúa por estos días en La Paz, y que nos movió a indagar entre los organizadores, invitados y cultores la situación, historia y perspectivas de este arte gráfico en Bolivia.

El gran referente del género en el país es la caricatura periodística, de la que derivaron algunos intentos de tiras cómicas en los años 70 y 80, de la mano de Julio Arce, Rulo Vali y René Rosquellas, entre otros, según coinciden Joaquín Cuevas y Alejandro Archondo, dos “comiqueros” fundadores de Viñetas con Altura, gremio organizador del encuentro.

Luego de unos años de silencio, una nueva generación apareció con fuerza en los 90 y dio paso al boom que actualmente se goza —con el surgimiento de una cuarentena de revistas—, “gracias, señala Cuevas, a la interrelación de los artistas locales con sus pares del exterior”, merced a iniciativas como el festival, el café biblioteca C+C (que funciona en la avenida Ecuador, en Sopocachi), la fundación de la asociación Viñetas con Altura; el Club del Cómic, que agrupa a decenas de amantes del género, y el expendio Cómic Shop”, por sólo mencionar a entidades de La Paz.

La bonanza en producción y consumo la reafirma Gabriela Flores, coleccionista y propietaria de Cómic Shop, una de las principales tiendas de La Paz, ubicada en el edificio V Centenario en la avenida 6 de Agosto. “La mayoría de los clientes son fijos, que vienen cada mes o cada dos meses a recoger el nuevo número de la revista que coleccionan”.

En cuanto al material nacional, en los estantes de la revistería se exponen Crash!!, que ya tiene 13 números; Comicómano, El Chulupi Rojo, El Fanzineroso, Tofu, Axcido, Trazo Tóxico, Damocles, Gringo Muerto, Qué ciudad de locos y otros, “pero las mejores, Jénnifer y Cuento Cuculis, ya están agotadas”. Por lo demás, a precios que oscilan entre cinco y 95 bolivianos, según el género o la procedencia (Flores importa de México, España y Argentina), se encuentran cómics clásicos como Batman, Superman, Spiderman, Linterna Verde, Star War o El líder intrépido, además de Laser, uno de los más conocidos magazines de variedades e informaciones del mundo del cómic.

Conceptos generales

Villca divide en cuatro los tipos de artes gráficas: la historieta o tira cómica (cómic), el humor gráfico (viñeta o caricatura), la ilustración (dibujo artístico) y la animación (formato audiovisual). “Por su estilo o género, comenta Archondo, las historietas más difundidas y más comerciales son las norteamericanas y japonesas. Estas últimas destacan excepcionalmente por el manga, —figuras humanas de ojos enormes y poderes sobrenaturales— en que la lectura de la historieta va de atrás para adelante utilizando ciertos tips muy particulares”.

El cómic de héroes norteamericano involucra historias altamente fantásticas, siempre utilizando la idea del súper hombre como estereotipo ideal. La historieta europea, mientras tanto, da más importancia a la narrativa, apelando muchas veces a estilos bastante simples pero efectivos en cuanto a guión.

También está el libro de autor, o novela gráfica que puede ser biográfica, histórica o de diversa temática, y que también es encarada de distinta manera en EEUU y Europa. Los americanos crean una novela a partir de pequeñas historias o revistas que luego son compiladas, logrando cierto tipo de coherencia; mientras que la historieta europea suele ser más flexible, y se basa en un guión preestablecido.

“El cómic, la historieta, es un proceso artístico como tantos otros, y como éstos, tiene su propio soporte que no porque no sea convencional deja de tener un sentido, o ser fruto de una búsqueda”. Marie Caillou, animadora francesa, salda así la polémica de que muchos consideran a la historieta como un arte menor. El enorme movimiento en estas páginas reflejado parece corroborarlo rotundamente.

Joaquín Cuevas: “Todavía no se puede vivir del cómic, pero sí publicarlo”

—¿Cuáles son los subgéneros dentro de las artes gráficas?

—Las artes gráficas tienen muchos subgéneros. Yo puedo identificar a las artes audiovisuales —imagen en movimiento— como el cine, el video, etc. Las artes plásticas: dibujo, pintura y fotografía, y la historieta o arte secuencial, como un híbrido entre narrativa y gráfica.


—¿Cómo evalúas la situación de la historieta y los historietistas en Bolivia?

—La cantidad de autores está creciendo y la calidad de sus trabajos se está desarrollando gracias al Encuentro Internacional de Historietas, y al C+C (café biblioteca de reunión para historietistas), que los confronta con autores del exterior, que provienen de mercados más desarrollados y con mayores exigencias.

Aún no se puede vivir de la historieta en Bolivia, pero se ha hecho sostenible publicar libros y revistas, pues ya existe un público para ellas. Últimamente los autores de historieta como Marco Guzmán o Rafaela Rada (El Gringo Muerto y Axcido, respectivamente) han subido los tirajes de sus producciones de 500 a 750 ó 1.000 debido a la demanda.

Con un tiraje agotado, uno puede financiar su próxima revista. Por otro lado, muchas publicaciones han comenzado a tener auspiciadores que cubren los costos de producción.

Algunos autores comienzan ya a llegar al mercado extranjero: Marco Guzmán publica en Argentina y Venezuela; Alejandro Salazar, en Francia, y la revista Crash!! se vende en algunas comiquerías españolas. Joaquín Cuevas (o sea yo) publica también en Argentina y el año pasado representó a Bolivia en el festival de Banda Desenhada da Amadora, Portugal.

Sin embargo, la necesidad de publicar más seguido en algunos casos ha hecho que la calidad de los dibujos baje. Es parte de un proceso. Ahora toca a los dibujantes de cómics bolivianos aprender a hacer las cosas bien respondiendo a la velocidad de la demanda.

—Háblanos de los precursores bolivianos de este arte, tanto de autores como de tiras cómicas

—En Bolivia no tenemos un registro de la historia de la historieta. Sabemos de la existencia de revistas y panfletos de principios de siglo XX, pero estos autores no han hecho escuela y no han influido en la forma de dibujar de los más jóvenes porque su obra no se conoce.

También hay un antecedente en la década de los 60 con la generación que hizo Cascabel, pero existe una brecha enorme entre esa generación y la actual. Los dibujantes de esa época nunca transmitieron sus conocimientos a los más jóvenes y su obra se quedó archivada en algunas hemerotecas, o se perdió en las dictaduras, sin que nadie tenga la voluntad de rescatarla.

El año pasado hicimos el esfuerzo de reunir a la generación Cascabel para que compartiera su experiencia con nosotros, los más changos; pero con la excepción de tres caricaturistas (Juancho, Julio Arce y Roque), no nos encontramos con mucha voluntad de compartir.

Los precursores del movimiento más reciente son Susana Villegas, Álvaro Ruilova y Edwin Álvarez, quienes en 1999 lanzaron el suplemento Bang en Presencia.

—¿Cuáles y cuántas publicaciones hay actualmente en Bolivia?

—Yo calculo que existen en circulación como 40 títulos, entre fanzines, revistas y novelas gráficas. En el sitio www.vinetasconaltura.com/publicaciones.htm se puede ver la mayoría de títulos disponibles hasta fines del año pasado (la página no se ha actualizado, pero en estos meses han debido salir alrededor de tres títulos nuevos y más números de los títulos ya existentes).

Justo Pinto, maestro de la reproducción

El trabajo virtual de Marie Caillou fue plasmado en tela para su exposición en la Alianza Francesa por las hábiles manos de don Justo Pinto, veterano cartelista y experto en retratos y reproducciones exactas.

“Yo empecé de pura vocación nomás cuando tenía 18 años, no fui a ninguna escuela y nadie me ha enseñado”. Desde los años 60, Pinto se hizo imprescindible para los cines de la ciudad en el oficio de reproducir los afiches de las carteleras. “A Cantinflas, por ejemplo, no sé cuántas veces lo he dibujado y pintado en tela y en venesta”.

Hoy matiné, tanta y noche. Esas cinco palabras encabezaron los miles de trabajos que don Justo hizo durante 43 años. “Hasta que en 2003 ya todos recurrieron a las gigantografías y quedamos con las manos atadas”.

Autodidacta y talentoso, el maestro heredó su pasión a su hijo, con quien hoy en día trabaja en su taller en la zona Gran Poder, donde pintan cuadros con motivos andinos, y de cuando en cuando reciben encargos para retratos. “Primero se hace el diseño a escala y con el método de la cuadrícula, y luego ya es más fácil dibujar y empezar a pintar”.

Sin duda, todos vimos más de una vez los trabajos de Pinto en cualquier sala de cine del país (“después de La Paz, las películas iban por toda Bolivia, con los carteles, claro”).

Él es otro de los precursores de las artes gráficas.

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